jueves, 18 de noviembre de 2010

Cajita de música

La música suena fuerte en los audífonos y tengo unos deseos incontrolables de cantar con todas mis fuerzas. El camino a casa se hace largo y tedioso, y evito dormirme mientras mi compañero de asiento cambia cada cierto tiempo. Afuera, la calle avanza con rapidez y lentitud, y el calor dentro del bus es agobiante.
Cientos de rostros vacíos caminan por las calles y no alcanzo a reparar en ninguno de ellos. Cuando llego a una de las tantas esquinas dónde nos detenemos, el olor del maní confitado se mezcla con el de la inevitable sudoración veraniega... un olor vomitivo que acompaña mis pensamientos vagabundos en un mar de ideas y preocupaciones.
Un poco más allá está mi destino final, que no es más que la parada del bus y no un sueño de niñez ni de realización personal. No están mis metas, sino que un par de vendedores ambulantes que se suben por la última puerta a rematar los últimos chocolates medio derretidos por el calor del verano.

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